Se tomo el subte, era la prima vez que tomaba uno y se subio como si lo hubiera hecho mil veces. miraba por las ventanillas, no tenía grandes preocupaciones, disfrutaba de ver las paredes de los túneles, las caras de la gente, los nombres de las estaciones... se preguntaba sobre las anecdotas que debían inundar cada rincon del vagon, de las miles de personas recorriendo las calles y veredas por sobre su cabeza. El subte termino su recorrido y él bajo en aquella última estación, caminó por aquellos estrechos pasillos, pensando, siempre pensando hasta subir las escaleras. y luz. entrecerro sus ojos y sonrió, ya estaba ahí, por fin había llegado. paso a paso fue descifrando el lugar, no queria perderse ningún detalle. entró a la catedral y visitó cada uno de sus capillas. al salir vió asombrado una carreta estacionar frente a la plaza de armas y soldados ingleses tomar el lugar. el olor de la polvora, ese desagradable olor inundaba la plaza, y los gritos, los gritos de la gente escondiendose de los aviones que bombardeaban las calles de la ciudad. se escondió temeroso bajo los arcos del cabildo, y entre la multitud vió aquella increible mujer en el balcón dar su emblemático discurso, y no entendía, no podía entender a la gente indeferente al dolor de aquellas madres que caminaban frente a sus ojos, y en sus ojos se reflejaba la imagen de los tanques tomando por asalto la zona, desbordando sus sentidos, intentando comprender las historias, las millones de historias que luchaban por darse a conocer, y cada paso que daba una nueva historia lo llenaba y se enganchaba con la siguiente sin orden ni lógica aplicable, pero no podía parar, era mas fuerte que él, porque el cargaba el peso de 200 años de amor, de injusticia, de sueños, de logros y frustraciones sobre su espalda. y la carga era enorme, tan grande que 40 millones de personas no alcanzaban para sostenerla y necesitaban de él, de una lagrima de él que calme la sed de aquella plaza que todos pisan y pocos se detienen a escuchar y era él el elegido, que le dio un descanso a las voces del pasado, del muchas veces terrible pasado, de esta hermosa nación
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